
Agosto del año 1294, el levante transporta un angustiado y estremecedor lamento procedente de las Columnas de Hércules que recorre toda la provincia gaditana. Es el lamento de una mujer que ve como su hijo primogénito es degollado ante sus ojos.
A finales del año 1293 las tropas musulmanas formadas por granadinos y marroquíes, deciden poner sitio a la plaza de Tarifa, conquistada apenas un año antes por las huestes del rey castellano Sancho IV “El Bravo”.
Entre las filas musulmanas contamos con la presencia del infante Don Juan, enfrascado en disputas sucesorias con su hermano Sancho, y antagonista de esta historia. A su vez, en el lado castellano nos encontramos con el protagonista, Don Alonso Pérez de Guzmán nombrado alcaide de la villa poco antes de que las tropas musulmanas pusieran cerco a la ciudad.
El sitio se prolongaba sin éxito, mientras que los refuerzos cristianos se preparaban para ir en auxilio de los sitiados. Llegado el mes de Agosto del año 1294, y ante los fracasados intentos por conquistar la villa, el infante Don Juan idea un plan maquiavélico para medrar la resistencia numantina mantenida por los tarifeños con su alcaide a la cabeza. Este plan no era otro que amenazar a Don Alonso, utilizando para ello a su primogénito; el cual fue capturado por las huestes de Don Juan, probablemente cuando el joven trataba de hacer llegar un mensaje para las tropas cristianas; amenazando con degollarlo si no es entregada la ciudad.
Y fue ese verano de 1294 cuando la historia pasó a ser leyenda. Don Juan se presentó a los pies de la torre octogonal del castillo tarifeño instando al alcaide a rendir la plaza.
– ¿Conoces a este niño, Don Alonso?
– Conozco que es mi hijo mayor y el más amado y querido, pésame mucho verle en vuestro poder y no en el de a quien yo lo enviaba.
No hizo falta que Don Juan lanzará su amenaza, Don Alonso comprendió que estaba entre la espada y la pared. Observaba las murallas de la ciudad, y a sus habitantes, encaramados en ellas siendo testigos mudos del acto, y fue en ese momento cuando su voz se elevó su voz sobre las almenas de la fortaleza:
– No engendré yo hijo para que fuese contra mi tierra; antes engendré hijo a mi patria para fuese contra todos los enemigos de ella. Si tu lo acabas me darás gloria, a mi verdadera vida, y a ti, infamia en el mundo, y, después condena eterna…
– Y si no tienes puñal, ahí va el mío.
Tras este acto Don Alonso se retiró al interior de la fortaleza acompañado de un silencio sólo roto por los arrullos del levante. Instantes después el joven fue asesinado. Días después el cerco fue levantado y la Ciudad de Tarifa permaneció en manos castellanas.
Desde ese día Don Alonso Pérez de Guzmán recibió el apelativo de “El Bueno”. Apelativo el cual no compartiría su esposa, María Coronel, para la cual supuso un tremendo golpe que terminó por acabar con la lucidez de la dama castellana.
Valgan estas líneas para recordar un suceso que fue fuente de inspiración para anteriores generaciones, y que en la actualidad ha quedado arrinconado en el olvido, quizás por la crueldad del acto.
Sin duda alguna nos encontramos con un episodio heroico digno de otra época, época marcada por la violencia, algo que no difiere mucho de la actual, pero en la que el honor, la lealtad y la gloria marcaban a los hombres.

Torre de Guzmán, se cree que fue el lugar desde donde se lanzó el puñal.