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Daoíz y Velarde y el 2 de Mayo de 1808

Para referirnos a los protagonistas de esta entrada, es necesario aludir a una de las fechas clave de la Historia Contemporánea de España; el 2 de mayo de 1808. Seguramente sin los acontecimientos que devinieron aquel funesto día, los generales Daoíz y Velarde no hubieran pasado a la historia. Es más, incluso para hablar del 2 de mayo hemos de hablar de otra fecha anterior, el 27 de octubre de 1807 que es cuando se firma el Tratado de Fontainebleau por el que España permitía al ejército francés pasar por suelo español para conquistar Portugal, país aliado de Inglaterra. Las intenciones de Francia, no obstante, iban más allá de la conquista portuguesa y muy pronto mostraron los franceses sus verdaderas intenciones, conquistar España también. El motín de Aranjuez motivado por la huida de la corte española hizo más propicio el asentamiento de tropas francesas en suelo español. Además Carlos IV abdicaría en Fernando VII. Con toda la tensión social, ambos monarcas fueron llamados a Bayona por Napoleón, donde se vería obligados a renunciar a la corona en detrimento de José Bonaparte, a la postre José I de España, hermano de Napoleón. Con los monarcas en Bayona fuera del juego, solo quedaban unos pocos miembros de la corte en Palacio en Madrid. El pueblo de Madrid, frustrado por los últimos avatares y temeroso de un jaque mate francés consistente en llevarse al infante Francisco de Paula, se agolpó a las puertas del Palacio Real a la primera hora de la mañana del 2 de mayo de 1808. José Blas de Molina, buen español y maestro cerrajero de profesión fue el que exacerbó al pueblo al  grito de  ¡Que nos lo llevan!  Al ver a los franceses llevarse al infante.


                Los madrileños iniciaron un levantamiento popular que si bien era espontáneo, como ahora veremos, venía gestándose desde meses atrás. Y decíamos que era tan espontáneo que el pueblo se alzó con lo que tenía en ese momento, navajas, palos, cuchillos de cocina y poco más. Murat al mando de las tropas francesas mandó un destacamento a Palacio, que abrió fuego contra el gentío. La lucha comenzaba pues. Durante las siguientes horas a la insurrección, los madrileños asaltaron armerías, cogiendo armas que a la postre resultaban inútiles en muchas manos inexpertas que no sabían manejarlas. Para combatir la propia desorganización del alzamiento se trató de organizar las llamadas partidas de barrio, pero para entonces Murat había introducido en la ciudad a 30.000 soldados franceses. La lucha fue sanguinaria y cruel, con degollamientos y cuchilladas por doquier.

 Los mamelucos y soldados franceses también dieron muestras de excesiva crueldad en una jornada que quedaría reflejada para la posteridad por Goya.
 ¿Y el ejército español? Pues siguiendo las órdenes del Capitán general Francisco Javier Negrete se mostraron impasibles, acuartelados. Solo unos pocos militares se sumaron al alzamiento desde el parque de Artillería de Monteleón, más que por órdenes por decisión personal de no ver al pueblo español sufrir tal salvajada. Era el caso de nuestros protagonistas, Daoíz y Velarde. Éste último se encargó de la defensa del parque con más de cien madrileños y soldados. Daoíz, por su parte, fue a la puerta del Parque, se agenció una batería de cuatro cañones, con la cual frenó las distintas cargas francesas. Fue una acto heroico que se alargó en torno a las tres horas, hasta que la escasez de munición y hombres provocó el fin. El General Lagrange reunió 2.000 soldados para el asalto final.  Velarde viendo el fatal desenlace acudió a la puerta del Parque con varios de sus voluntarios. Pero al aparecer a la puerta del Parque una bala le atravesó el corazón. Daoíz, por su parte, aguantó poco más. Herido gravemente en una pierna luchaba más ya con el corazón que con la cabeza. Apoyado en un cañón y espada en mano, fue testigo de cómo los pocos españoles que quedaban en pie pedían clemencia. 


El combate había acabado, con los Generales franceses Lagrange y Lefranc declarando prisioneros a los vivos.  Pero lejos de apaciguar los ánimos, Lagrange se acercó al herido español Daoíz exclamándole al parecer que era un traidor, otras fuentes hablan de que le quitó violentamente el sombrero al español herido. Sea como fuere, Daoíz agraviado alzó su espada, apenas sin fuerzas siendo rápidamente atacado por soldados franceses a bayonetazos.  Infausto final para estos dos héroes y para el pueblo madrileño en general pero a la postre el principio del fin para los franceses que encontrarían en España un escollo insalvable.

Dos Conquistas de Gibraltar

Año de 1309, reinando en Castilla Fernando IV, la “reconquista” parece estancada, sólo la figura de Alonso Pérez de Guzmán mantenía abierta la lucha contra los musulmanes en el sur de la Península. Tras su heroica gesta acontecida en Tarifa, el caballero leonés fue protagonista de otro importante y glorioso suceso para el orbe cristiano.
Cuentan las crónicas que Alonso Pérez de Guzmán, ya por esas fechas conocido por “el Bueno”, siendo todavía alcaide de la plaza de Tarifa, y único noble que mantenía viva la llama de la “reconquista” en el sur peninsular, marchó junto al Arzobispo de Sevilla, y apoyados por naves aragonesas en el mar, a la conquista de la plaza fuerte de Gibraltar. Plaza que caería en un tiempo relativamente breve, gracias al empuje de las tropas castellanas capitaneadas por D. Alonso. Las crónicas de la época recogen que desde ese suceso, Guzmán el Bueno se convirtió en guarda de las puertas de España.
Gibraltar estuvo en manos castellanas durante veinticuatro años, ya que llegado el año1333, la plaza fue tomada por los Benimerines, que auxiliaban al Reino de Granada, y al que cedieron la misma en 1374.
Y así siguió “El Monte de Tariq” en manos granadinas, cuando en 1462 el alcaide de la Villa de Tarifa, D. Alonso de Arcos, recibe la furtiva visita de un musulmán “llanito” llamado Alí el Curro, quien convence al alcaide de que emprenda el cerco de Gibraltar, ya que en la plaza sólo se encuentra una pequeña guarnición, a la que podrían coger desprevenida, y así de forma sencilla, conquistarla. D. Alonso de Arcos que poco podía perder, y sí mucho que ganar, se encargó de avisar al Duque de Arcos y al Duque de Medina, para seguidamente, y acompañado de Alí el Curro, poner cerco al de Gibraltar.
No esperó D. Alonso que sus señores llegaran, y pagando de su capital a los soldados, se dispuso a la conquista de la plaza. Así, en menos de dos días capituló Gibraltar pasando de nuevo a manos castellanas, gracias a la decisión de D. Alonso de Arcos, y a la traición del “moro llanito”.
Del año1462 nos trasladamos al 1704, cuando durante la Guerra de Sucesión, una flota angloholandesa al mando del almirante George Rooke y el Príncipe de Hesse ocupaba la plaza, pasando de esta manera a manos británicas, manos en las cuales continua, al menos que un alcalde de Tarifa decida conquistarla de nuevo.
Desde estas líneas he querido hacer un pequeño homenaje a dos hombres, con mucho en común, que son grandes protagonistas de nuestra historia y que por diversos motivos han quedado relegados a un papel secundario.

La tragedia de la pesquería de perlas en época colombina.


El descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón en 1492 supuso para la corona española unas grandísimas retribuciones económicas y también el prestigio internacional. No podemos decir que la población indígena pensara igual, el maltrato sufrido a esta población por parte de los conquistadores españoles es un enorme “punto negro” en nuestra historia. En este ámbito surgió la Encomienda, que consistía en que grupos de indios eran adjudicados junto con tierras a colonos españoles con el pretendido derecho de hacerles trabajar, aunque mediante un salario, y pretendiendo justificar ese supuesto derecho en la finalidad de cristianizarles y de elevarles a la civilización, que se atribuían como obligaciones al encomendero.

Por indicación de Carlos I, se constituyó una junta cuya misión era estudiar el problema de las Encomiendas; cuestiones sobre la esclavitud indígena, la forma de realizar los descubrimientos y las normas sobre la Conquista. Eran las llamadas Leyes Nuevas. Tres medidas, presentó fray Bartolomé de Las Casas ante la Corona, en 1542; referentes a:

1) La esclavitud de los indígenas.
2) Las nuevas encomiendas.
3) Las Guerras de Conquista.

Nos detendremos en la esclavitud. Las principales resoluciones de las Leyes Nuevas respecto a este punto fueron:

– Cuidar la conservación y gobierno y buen trato de los indios
– Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado.
– Que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas.

Fue la gran cantidad de perlas, lo que atrajo a los españoles, inicialmente, para los primeros establecimientos en tierra firme continental. El trabajo de las pesquerías de perlas era el más duro de todos y el más inhumano. A los indígenas se les obligaban a bucear durante bastantes horas al día en las ardientes aguas venezolanas, cuando se zambullían en busca de las ostras, hasta que, al salir a la superficie, la sangre les manaba por la nariz y la boca debido a los cambios de presión, o simplemente transcurrido poco tiempo, morían con los pulmones encharcados. De noche eran hacinados en bohíos. Respecto a la alimentación se les facilitaba lo justo para sobrevivir sin que murieran de inanición. Esto provocó que la población indígena se diezmara irremediablemente por lo que los conquistadores españoles recurrieron a los esclavos negros a partir de 1501, ya que no se dudaba de la licitud moral de la esclavización de los negros siendo la condición de vida de éstos igual de dura que la de sus antecesores. A colación hemos seleccionado dos textos de la época que nos lleva a comprender mucho mejor las condiciones de los pescadores de perlas.

“Los pescadores, que son casi siempre infelices esclavos, se tapan las narices y las orejas con algodón, se colocan en la boca una esponja empapada con aceite y atados a una cuerda, sujeta por la otra punta, por los hombres que van en unas barcas, se sumergen así al fondo del mar, para recoger los preciosos testáceos”.

“Entran cuatro, seis y hasta diez estados de agua, porque cuanto mayor es la concha, tanto más hondo anda y está; y si alguna vez suben arriba las grandes, es cuando hay tormenta, aunque andan de un lado a otro buscando de comer. Pero en hallando su pasto, se están quietas hasta que se les acaba o sienten que las buscan. Se pegan tanto a las peñas y suelo, y unas con otras, que es menester mucha fuerza para despegarlas y muchas veces no pueden, y otras las dejan, pensando que son piedras. También se ahogan muchos pescándolas o porque les falta el aliento, forcejeando para arrancarlas, o porque se les enreda y traba la soguilla, o los desbarrigan y comen peces carniceros que hay, como son los tiburones. Las talegas que se ponen al cuello son para echar las conchas; las soguillas para atárselas, echándoselas por la espalda con dos cantos sujetos a ellas por pesa contra la fuerza del agua, que no los levante y mude. De esta manera pescan las perlas.”

Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios, criticó la codicia de los españoles que les llevaba a portarse como auténticos verdugos frente a los indios pescadores.

“La tiranía que los españoles ejercitan contra los indios en el sacar o pescar de las perlas es una de las crueles y condenadas cosas que pueden ser en el mundo. No hay vida infernal y desesperada en este siglo que se le pueda comparar…”

Sea como fuere, el caso es que el maltrato al indio y a la población negra persistió porque además de la progresiva deshumanización de los españoles en América tenemos que sumar el prestigio de las damas de la alta nobleza española, debiendo presumir con tal galantería. Un ejemplo lo tenemos en la perla, “La Peregrina”, que recibió Elizabeth Taylor como un regalo de boda de Richard Burton data del siglo XVI. Al parecer, fue un esclavo el que encontró la fantástica perla en el golfo de Panamá a comienzos de dicho siglo. Digna de un Rey fue entregada precisamente a Felipe II, quien se la obsequió a María Tudor de Inglaterra como regalo de boda. Desde entonces “La Peregrina” lució en los escotes de numerosas reinas españolas, para posteriormente acabar en las cortes francesa e inglesa. La perla La Peregrina llegó a Estados Unidos donde se subastó y fue adquirida por Richard Burton.
Hoy en día aun persiste ese afán por las piedras preciosas anteponiéndose a la vida de las personas; de hecho no hay que irse muy lejos. El horror de los niños soldado que en África siguen siendo carne para la más desalmada violencia. El horror de saber que las piedras preciosas con las que en el mundo rico se viste van teñidos de sangre. Son los “diamantes de sangre” que entre 1991 y el año 2000 se saldó con miles de vidas inocentes en Sierra Leona. Pero eso es otra historia…