Todas las entradas por Pepe León Rojas

Quinto Sertorio

Nacido en el seno de una humilde familia de la aristocracia rural en el 122 a. C, ingresó muy joven en el ejército sirviendo a las órdenes de su tío, el siete veces cónsul Cayo Mario.
Tuvo su bautismo de fuego en la campaña africana, donde las tropas romanas dirigidas por Mario derrotaron a las huestes del rey númida Yugurta.
Tras la campaña africana, formó parte de las legiones que combatieron las hordas de germanos que tenían intención de instalarse en la Península Itálica, fue en esta campaña donde Quinto Sertorio comenzó a darse a conocer entre el pueblo romano, ya que además de sus valerosas intervenciones militares, fue capaz de infiltrarse entre los germanos, en concreto entre el pueblo Cimbrio, en calidad de espía, dando a conocer a sus superiores una información que se demostraría básica en el favorable final de la contienda..
Después de las Guerras Germanas, Quinto Sertorio fue enviado como tribuno militar a Hispania, obteniendo grandes honores por su comportamiento en el campo de batalla, entre ellos la Corona Civitas.
Tras su exitosa estancia en Hispania, Sertorio combatió a la confederación de pueblos Itálicos que se sublevaron contra Roma en el marco de la llamada Guerra Social, donde siguió cosechando éxitos.
Quinto Sertorio siempre tuvo una gran admiración por Cayo Mario, lo que le llevó a formar parte del grupo que Mario encabezaba, denominados Populares, los cuales pugnaban por conseguir el poder en Roma con la facción compuesta por la aristocracia más conservadora, los optimates, y liderada por Lucio Cornelio Sila. Esta filiación le llevó a participar de forma activa en las luchas que enfrentaron a los líderes de ambos grupos, Mario y Sila, marcadas por tremendos baños de sangre, y que concluyeron con Sila tomando el timón de la República como Dictador.
Sila practicó una política de exterminio contra todos los antiguos seguidores de Cayo Mario, este hecho llevó a Sertorio a buscar refugio en Hispania, donde organizó un pequeño ejército de antiguos soldados que sirvieron a las órdenes de Cayo Mario, e intentó plantar cara al dictador, pero esta resistencia acabó en una estrepitosa derrota que obligó a Quinto Sertorio a huir al norte de África.
En África Sertorio se puso al servicio de diferentes reyes en calidad de mercenario, cuenta la leyenda que incluso tuvo la intención de crear un reino en las islas Canarias. Sus notables éxitos en África llegaron a oídos de los lusitanos que nuevamente se habían levantado contra el dominio de Roma, viendo en la figura de Sertorio el general que necesitaban para llevar sus tropas hasta la victoria.
Sertorio organizó un ejército en el que supo aunar la pericia del guerrillero ibérico con el entrenamiento exhaustivo romano, una novedosa táctica militar que le traería grandes satisfacciones. Las victorias se fueron sucediendo, y como consecuencia muchos de los pueblos hispanos se unían a la lucha contra Roma.
Fueron de tal calibre los éxitos de las huestes de Sertorio que fue declarado enemigo público de Roma. Se apoderó de gran parte de la Península Ibérica, y durante ocho años, al igual que Viriato mantuvo en jaque a la República Romana en las llamadas Guerras Sertorianas.
Pero los éxitos empezaron a esfumarse, Roma mandó a sus mejores tropas al mando de Metelo, y posteriormente de Pompeyo, quienes a pesar de las derrotas iniciales comenzaron a ganarle terreno.
Llegado a este punto, Sertorio se encontró con la deserción de gran parte de sus tropas, que vieron una inminente derrota, y con que su dominio territorial se redujo a la ciudad de Osca (actual Huesca), fue en este lugar donde uno de sus compañeros de armas le traicionó dándole muerte mientras disfrutaba de un banquete.
Este fue el epílogo de uno de esos grandes personajes que surgieron en los años finales de la República, como Mario, Pompeyo o Julio César entre otros, que unen las cualidades más sobresalientes del hombre, con las más bajas, no en vano, Sertorio fue protagonista de episodios bastante negros, como la matanza ejecutada en Roma contra los optimates o la ejecución de los hijos de la nobleza indígena que estaban recluidos en Osca. Así pues nos encontramos con un hombre equiparable a los grandes héroes de Roma, pero cuya historia es menos conocida, quizás porque la historia no la escriben los vencidos.

El Duque quiso ser Rey


En las siguientes líneas quisiera dar a conocer un suceso ocurrido en nuestra tierra, y que es desconocido por la gran mayoría de andaluces, un hecho que pudo suponer un cambio de rumbo en el devenir de nuestra tierra, que nunca se sabre si hubiese sido para bien o para mal.
Año 1641, el Imperio Español de los Austrias está en plena decadencia, inmerso en la Guerra de los 30 años, con una rebelión en Cataluña que amenaza con la sedición de la región, y un Reino de Portugal inmerso en una guerra civil para lograr su independencia del Imperio, con D. Juan IV como rey lusitano, unido a la mala situación económica y a la poca atención del monarca en los asuntos de estado, los cuales eran controlados por el valido de su majestad, el Conde-Duque de Olivares. Observamos una situación perfecta para que se den revueltas, motines, conspiraciones,…, siendo uno de los hechos más inesperados la conspiración urdida por el Marqués de Ayamonte y el Duque de Medina Sidonia, con el objetivo de separar Andalucía del resto del Imperio, creando un reino independiente.
Los conjurados contaron desde el primer momento con el apoyo del rey de Portugal, cuñado del duque de Medina Sidonia, y los gobiernos de Francia e Inglaterra con los cuales mantuvo relaciones, para que apoyaran al duque en su objetivo de coronarse rey de Andalucía., y a su vez desmembrar y debilitar a la Monarquía Hispana.
La conspiración tenía visos de llegar a buen puerto, pero la desgana en la intervención del duque en su defensa de la frontera portuguesa, levantó sospechas en la corte sobre una más que posible conspiración nobiliaria andaluza, conspiración que queda confirmada cuando un antiguo servidor del Duque intercepto correspondencia entre el Rey portugués y los conspiradores, el Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Ayamonte, llevándole las epístolas al Conde Duque de Olivares, confirmándose así sus sospechas.
El incidente tuvo trágicas consecuencias para el Marqués de Ayamonte, ya que se le aplicó la pena capital, mientras, D. Gaspar Alonso Pérez de Guzmán y Sandoval(foto), Duque de Medina Sidonia, se postró a los pies de Felipe IV pidiendo una clemencia otorgada por el monarca, a cambio de una confiscación de parte de sus bienes y de mandarle a vivir en la corte, así como a realizar un humillante acto de desafío al rey portugués para lavar su honor.
Y fue así como se frustró los sueños de realeza del IX Conde de Medina Sidonia, evitando que junto con Portugal, Andalucía se hubiese proclamado como un nuevo reino independiente de la corte española.

Y Cádiz se convirtió en un Infierno

18 de Agosto de 1947, diez menos cuarto de la noche, desde el Barrio de San Severiano de Cádiz una bola de fuego convertía la Tacita de Plata en una ciudad de cenizas, sangre, lágrimas y muerte.
El 18 de agosto de hace 62 años en el actual Instituto Hidrográfico de la Armada, entonces Base de Defensa Submarina, explotaron los arsenales que contaban con más de un millar de bombas. La explosión generó una gran nube en forma de hongo visible en toda la Bahía de Cádiz y gran parte de la provincia, así como en numerosas localidades de Sevilla. La onda expansiva arrasó el barrio de San Severiano, la barriada España, Bahía Blanca, el Hogar del Niño Jesús (Casa Cuna), el campo de la Mirandilla, el sanatorio Madre de Dios, los cuarteles y los astilleros de Echevarrieta y Larrinaga.
La deflagración dejó un saldo de 150 muertos y 5000 heridos, así como la total destrucción de la zona de extramuros de la capital gaditana. El centro se mantuvo a salvo gracias a las murallas de Puerta Tierra que frenaron la onda expansiva, y evitaron, al igual que ocurriera en el maremoto de 1755, una tragedia aun mayor a la vivida por lo gaditanos de entonces.
El por qué de esta tragedia no fue conocido en su tiempo y todavía hoy son más las sombras que las luces sobre la explosión, surgiendo en torno a las causas de la misma diversas teorías que van desde el mal estado de los explosivos, pasando por algún tipo de ataque al régimen e incluso como consecuencias de experimentos nazis para dar con una nueva arma,…, en definitiva muchas hipótesis pero pocas certezas que puedan arrojar algo de luz a un suceso que convirtió Cádiz en un infierno.
Por último, desde este pequeño rinconcito de la historia, quisiera recordar a todas las victimas , y a todas esas personas que ayudaron y colaboraron para mitigar en lo posible la tragedia de esa triste noche de verano.

Dos Conquistas de Gibraltar

Año de 1309, reinando en Castilla Fernando IV, la “reconquista” parece estancada, sólo la figura de Alonso Pérez de Guzmán mantenía abierta la lucha contra los musulmanes en el sur de la Península. Tras su heroica gesta acontecida en Tarifa, el caballero leonés fue protagonista de otro importante y glorioso suceso para el orbe cristiano.
Cuentan las crónicas que Alonso Pérez de Guzmán, ya por esas fechas conocido por “el Bueno”, siendo todavía alcaide de la plaza de Tarifa, y único noble que mantenía viva la llama de la “reconquista” en el sur peninsular, marchó junto al Arzobispo de Sevilla, y apoyados por naves aragonesas en el mar, a la conquista de la plaza fuerte de Gibraltar. Plaza que caería en un tiempo relativamente breve, gracias al empuje de las tropas castellanas capitaneadas por D. Alonso. Las crónicas de la época recogen que desde ese suceso, Guzmán el Bueno se convirtió en guarda de las puertas de España.
Gibraltar estuvo en manos castellanas durante veinticuatro años, ya que llegado el año1333, la plaza fue tomada por los Benimerines, que auxiliaban al Reino de Granada, y al que cedieron la misma en 1374.
Y así siguió “El Monte de Tariq” en manos granadinas, cuando en 1462 el alcaide de la Villa de Tarifa, D. Alonso de Arcos, recibe la furtiva visita de un musulmán “llanito” llamado Alí el Curro, quien convence al alcaide de que emprenda el cerco de Gibraltar, ya que en la plaza sólo se encuentra una pequeña guarnición, a la que podrían coger desprevenida, y así de forma sencilla, conquistarla. D. Alonso de Arcos que poco podía perder, y sí mucho que ganar, se encargó de avisar al Duque de Arcos y al Duque de Medina, para seguidamente, y acompañado de Alí el Curro, poner cerco al de Gibraltar.
No esperó D. Alonso que sus señores llegaran, y pagando de su capital a los soldados, se dispuso a la conquista de la plaza. Así, en menos de dos días capituló Gibraltar pasando de nuevo a manos castellanas, gracias a la decisión de D. Alonso de Arcos, y a la traición del “moro llanito”.
Del año1462 nos trasladamos al 1704, cuando durante la Guerra de Sucesión, una flota angloholandesa al mando del almirante George Rooke y el Príncipe de Hesse ocupaba la plaza, pasando de esta manera a manos británicas, manos en las cuales continua, al menos que un alcalde de Tarifa decida conquistarla de nuevo.
Desde estas líneas he querido hacer un pequeño homenaje a dos hombres, con mucho en común, que son grandes protagonistas de nuestra historia y que por diversos motivos han quedado relegados a un papel secundario.

La Gesta de Guzmán

Agosto del año 1294, el levante transporta un angustiado y estremecedor lamento procedente de las Columnas de Hércules que recorre toda la provincia gaditana. Es el lamento de una mujer que ve como su hijo primogénito es degollado ante sus ojos.

A finales del año 1293 las tropas musulmanas formadas por granadinos y marroquíes, deciden poner sitio a la plaza de Tarifa, conquistada apenas un año antes por las huestes del rey castellano Sancho IV “El Bravo”.

Entre las filas musulmanas contamos con la presencia del infante Don Juan, enfrascado en disputas sucesorias con su hermano Sancho, y antagonista de esta historia. A su vez, en el lado castellano nos encontramos con el protagonista, Don Alonso Pérez de Guzmán nombrado alcaide de la villa poco antes de que las tropas musulmanas pusieran cerco a la ciudad.

El sitio se prolongaba sin éxito, mientras que los refuerzos cristianos se preparaban para ir en auxilio de los sitiados. Llegado el mes de Agosto del año 1294, y ante los fracasados intentos por conquistar la villa, el infante Don Juan idea un plan maquiavélico para medrar la resistencia numantina mantenida por los tarifeños con su alcaide a la cabeza. Este plan no era otro que amenazar a Don Alonso, utilizando para ello a su primogénito; el cual fue capturado por las huestes de Don Juan, probablemente cuando el joven trataba de hacer llegar un mensaje para las tropas cristianas; amenazando con degollarlo si no es entregada la ciudad.

Y fue ese verano de 1294 cuando la historia pasó a ser leyenda. Don Juan se presentó a los pies de la torre octogonal del castillo tarifeño instando al alcaide a rendir la plaza.

¿Conoces a este niño, Don Alonso?

Conozco que es mi hijo mayor y el más amado y querido, pésame mucho verle en vuestro poder y no en el de a quien yo lo enviaba.

No hizo falta que Don Juan lanzará su amenaza, Don Alonso comprendió que estaba entre la espada y la pared. Observaba las murallas de la ciudad, y a sus habitantes, encaramados en ellas siendo testigos mudos del acto, y fue en ese momento cuando su voz se elevó su voz sobre las almenas de la fortaleza:

No engendré yo hijo para que fuese contra mi tierra; antes engendré hijo a mi patria para fuese contra todos los enemigos de ella. Si tu lo acabas me darás gloria, a mi verdadera vida, y a ti, infamia en el mundo, y, después condena eterna…

Y si no tienes puñal, ahí va el mío.

Tras este acto Don Alonso se retiró al interior de la fortaleza acompañado de un silencio sólo roto por los arrullos del levante. Instantes después el joven fue asesinado. Días después el cerco fue levantado y la Ciudad de Tarifa permaneció en manos castellanas.

Desde ese día Don Alonso Pérez de Guzmán recibió el apelativo de “El Bueno”. Apelativo el cual no compartiría su esposa, María Coronel, para la cual supuso un tremendo golpe que terminó por acabar con la lucidez de la dama castellana.

Valgan estas líneas para recordar un suceso que fue fuente de inspiración para anteriores generaciones, y que en la actualidad ha quedado arrinconado en el olvido, quizás por la crueldad del acto.

Sin duda alguna nos encontramos con un episodio heroico digno de otra época, época marcada por la violencia, algo que no difiere mucho de la actual, pero en la que el honor, la lealtad y la gloria marcaban a los hombres.

Torre de Guzmán, se cree que fue el lugar desde donde se lanzó el puñal.